sábado, 31 de marzo de 2018

El poeta y la rosa


Una fresca mañana 
En el florido campo 
Un poeta buscaba 
Las delicias de mayo. 
Al peso de las flores 
Se inclinaban los ramos, 
Como para ofrecerse 
Al huésped solitario. 
Una rosa lozana, 
Movida al aire blando, 
Le llama, y él se acerca; 
La toma y dice ufano: 
Quiero, rosa, que vayas, 
No más que por un rato, 
Y que la hermosa Clori 
Te reciba en su mano. 
Mas, no, no, pobrecita, 
Que si vas a su lado 
Tendrás de su hermosura 
Unos celos amargos. 
Tu suave fragancia, 
Tu color delicado, 
El verdor de tus hojas
Y tus pimpollos caros 
Entre estas florcillas 
Pueden ser alabados; 
Mas junto a Clori bella 
Es locura pensarlo. 
Marchita, cabizbaja 
Te irías deshojando, 
Hasta parar tu vida 
En un desnudo cabo.
La rosa, que hasta entonces 
No despegó sus labios, 
Le dijo resentida: 
“Poeta chabacano, 
Cuando a un héroe quieras 
Coronar con el lauro, 
Del jardín de sus hechos 
Has de cortar los ramos; 
Por labrar su corona, 
No es justo que tus manos 
Desnuden otras sienes, 
Que la virtud y el mérito adornaron”.



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