lunes, 4 de diciembre de 2017

El gato y el cocinero, fábula



El gato y el cocinero


Cierto Cocinero, inteligente,

dejó sus ollas y se hizo una corrida 
a la taberna (era de pías costumbres y ese día
conmemoraba a un compadre finado),
y a cuidar de las lauchas lo que había preparado
dejó al Gato.
Pero al volver ¿qué ve? En el suelo
restos del pastel; y Vaska el Gato en el rincón,
detrás del barrilito del vinagre,
ronroneando y gruñendo trajina con el pollo.
“¡Ay, angurriento, ay, malhechor!
le reprocha a Vaska el Cocinero,
¿Y no te da vergüenza, aun de estas paredes?
(Pero Vaska así y todo se afana con el pollo.)
¡Cómo! Siendo hasta ahora un Gato honrado,
te ponían como ejemplo de humildad
y mira un poco... ¡ay, qué bochorno!
Qué han de decir ahora los vecinos:
“¡Vaska es un taimado! ¡Vaska es un ladrón!
Y a Vaska no ya a la cocina,
no hay que dejar entrar siquiera al patio,
como a un lobo cebado a los corrales:
¡es lo peor, es la peste, la llaga de estos lares!”
(Y Vaska escucha, y come.)
Tras darle rienda suelta a sus palabras,
mi orador no encontraba final a su sermón.
¿Y bien? Mientras cantaba,
el Gato Vaska dio cuenta del asado.
––––––
Pero yo a algunos cocineros
mandaría llevar al paredón
por que no gasten labia en vano
donde es preciso dar con el bastón.


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